Progresivamente van cambiando sus preferencias, sus necesidades, sus pensamientos y sus interacciones con el mundo. Se producen cambios relevantes en el propio cuerpo y se genera una tendencia de separación hacia las personas adultas a través de una postura retadora y transgresora, gracias a la cual asientan su propia identidad y su sentimiento de pertenencia a la tribu que de forma independiente a la familia se van consolidando. En definitiva, se trata de un momento de crecimiento en el que familia y escuela deben permanecer juntos y emplear esa mirada hacia cada ser para poder sostener emocionalmente estos cambios, propiciando así un entorno de aprendizaje sano, tranquilo, seguro y sólido.