Formación en Pedagogía del Riesgo

En una sociedad cada vez más implicada con la seguridad, un enfoque educativo rompe moldes: la pedagogía del riesgo. Esta filosofía no se basa en el “todo vale”, sino en una profunda comprensión del desarrollo infantil y de la importancia de permitir que los niños y niñas se enfrenten, de forma controlada, a pequeños riesgos cotidianos.

La Pedagogía del Riesgo: Aprender dejando ser

Desde que nacen, los peques son seres curiosos por naturaleza. Exploran, prueban, se equivocan y vuelven a intentarlo. Pero, ¿qué ocurre cuando el adulto interrumpe constantemente ese proceso con frases como “¡ten cuidado!” o “¡te vas a caer!”? Lo que empieza siendo una advertencia acaba convirtiéndose en una barrera que frena el aprendizaje, la autonomía y la libertad.

La diferencia entre riesgo y peligro es clave. El peligro implica un daño casi seguro; el riesgo, en cambio, es la probabilidad de que algo ocurra. Es ahí donde entra el rol del educador como observador y guía. Por ejemplo, antes de permitir que un niño trepe a un árbol, el adulto evalúa: ¿Cuál es la probabilidad de caída?, ¿ qué tipo de daño podría causar? La pedagogía del riesgo no deja nada al azar, sino que calcula, reflexiona y acompaña.

Este enfoque busca precisamente lo que muchas escuelas han dejado en segundo plano: el contacto con lo real. Mientras los centros educativos tradicionales tienden a diseñar entornos “seguros” al extremo, anulando cualquier posibilidad de riesgo, las escuelas en la naturaleza o aquellas que abrazan esta pedagogía, ofrecen contextos ricos en experiencias auténticas. Allí, los niños y niñas pueden ensuciarse, trepar, manipular herramientas o simplemente jugar libremente.

Los beneficios del riesgo son numerosos: se fortalece la autonomía, se estimula la creatividad, se desarrolla la gestión emocional y se fomenta la capacidad de hacerse preguntas.

El peque aprende a decidir, a medir consecuencias y a confiar en sí mismo. En palabras de Paulo Freire, referente de esta visión educativa, “el riesgo es consecuencia de la verdadera libertad y creación”. Él mismo habla de una conexión indisoluble entre el asombro, el riesgo y la capacidad de transformar el mundo.

Vivimos una paradoja: los niños de hoy están sobreprotegidos, pero al mismo tiempo más desconectados de su propio cuerpo, de la naturaleza y de la experiencia real. La pedagogía del riesgo no propone ponerlos en peligro, sino reconectar con lo esencial: aprender haciendo, equivocándose y descubriendo con libertad.

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